
Para empezar, la biodiversidad es la variedad de vida que se encuentra en la Tierra y los patrones naturales que la conforman. Esto incluye animales, plantas, bacterias, hongos y todo lo que está vivo. La biodiversidad es importante porque impulsa la productividad de los ecosistemas, donde cada especie juega un papel importante, por pequeño que sea.
Hay una variedad de beneficios proporcionados por la biodiversidad. A continuación repasamos algunos de ellos:
La biodiversidad en los alimentos proporciona una variedad de opciones nutritivas que satisfacen preferencias diversas, culturales y gustativas. También proporciona “servicios ecológicos,” que incluyen el ciclo de nutrientes, el secuestro de carbono (conocido como extracción de dióxido de carbono), la regulación de plagas y la polinización. Las abejas, un polinizador crítico, polinizan 70 de las, aproximadamente, 100 especies de cultivos que alimentan al 90% del mundo. Desafortunadamente, las abejas se enfrentan a una población en declive.
Se ha demostrado que tasas más altas de biodiversidad se relaciona con un aumento de los beneficios para la salud humana. Por ejemplo, el 25% de los medicamentos utilizados en la medicina moderna se derivan de las plantas de la selva tropical. Por el contrario, la pérdida de biodiversidad se ha traducido en un aumento de las enfermedades infecciosas (tres de cada cuatro enfermedades infecciosas nuevas o emergentes en las personas provienen de los animales). El contacto cercano entre los humanos y la vida silvestre crea el escenario ideal para que se propaguen las enfermedades. Por ejemplo, los expertos creen que el COVID-19 se originó o propagó en un mercado de vida silvestre en Wuhan, China.
Cuando se trata de construir resiliencia en un sistema, la biodiversidad es el actor clave. De acuerdo con la hipótesis del seguro, “la biodiversidad asegura a los ecosistemas contra la disminución de su funcionamiento porque muchas especies brindan mayores garantías de que algunas mantendrán su funcionamiento incluso si otras fallan”. Cuando conservamos los hábitats, los ecosistemas continúan con su funcionamiento normal de compensación de carbono. Cuando reducimos la biodiversidad (a través de las actividades agropecuarias, la tala, el desarrollo, etc.), reducimos la capacidad de la naturaleza para almacenar carbono, lo que agudiza el cambio climático.
Una quinta parte de la población mundial (alrededor de mil trescientos millones de personas), depende de los bosques para su empleo y estabilidad. Tres de cada cuatro trabajos en todo el mundo dependen del agua. Por ejemplo, las actividades económicas que restauran los paisajes naturales, como parte de la “economía de restauración,” generan más trabajos en los EE. UU. que la minería, la tala y la producción de acero. Estas pueden incluir la agricultura orgánica, la pesca sostenible, el ecoturismo, la gestión sostenible de los bosques y mucho más.
La cría intensiva, conocida como granjas industriales, es una de las actividades que más impulsa la pérdida de biodiversidad, ya que los cultivos destinados para alimentar animales de granja representan el 40% de la tierra cultivable del mundo. Esto sin tener en cuenta que en la actualidad la producción animal emite más gases de efecto invernadero que el sector transporte combinado.
No hay forma de proteger la biodiversidad y los animales si se siguen expandiendo las granjas industriales. Debemos:
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